¡Oh Desgraciado…!

¡Judas incapaz de dar un beso!

Triste ha de ser no reconocer las razones que tiene la verdadera amistad en no tocar a tu puerta.
Y…
¡De qué gran manera te equivocas!

¿Con cual de todos los derechos que crees tener sobre los demás, expresas lo que exiges hoy?

Cierto es que mi tristeza es larga e interna, más solo la saben cuando la digo. Tu egoísmo se percibe sin que puedas disimularlo.

El uso sin consentimiento discriminado previo de mi verdad, como arma detonada con desprecio e inquina malsana regresará de rebote como bumerán, que habiéndole arrojado y no dar en tu blanco, regresa justo a tu cara para dar de lleno y de frente, sin posibilidad alguna de poder darle la espalda.

Porque te crees poseedor de mi verdad absoluta. Porque sientes que no me alcanzarás. Porque eres insignificante incluso para ti mismo. Porque deseas lo que poseo. Porque no siendo perfecto, es mejor que eso que tienes desde tu bajeza. Y tu rostro encerado, se convierte en espelma y derrite tu máscara.

Así es cómo evades tu realidad al describir esa que dices y crees que poseo yo. Como disfrazas tus propias carencias y te ensañas con palabras inútiles rebotando en el vacío infinito de mi indiferencia. No ofendes cómo quisieras, tu falso orgullo es la causa de tu propia indignación.

No llega, no cuela. Sólo provocas una ira malsana hacia tí.

Y te observo en el fondo del vacío… tan aparentemente cómodo en tu miserable apariencia—.

Contrariando la conocida frase que expresa una excusa por razones ajenas a la voluntades, yo declaro que precisamente por razones intrínsecamente mías y porque así me place, ahí se queda, ahí le dejo…deseándole todo el bien que merezca, en la compañía de la soledad de su alma y su áspero proceder.