Deberían estar ustedes convencidos de tener un buen balance de tolerancia y paciencia antes de leer mis altibajos, las situaciones, los conflictos y recuerdos, todos ellos en mí.
Más siendo propios, porque sólo míos son, no dudo en que hayan muchos más que confirmen que también a ellos les fragmentaron tanto la vida como tanto también el alma.
Con más o menos crueldad, con mayor o menor benevolencia, si alguna, pero con el mismo resultado. Personas con ánimos resquebrajados, con espíritus rotos.
Aún así y pese a esa sombra pasada fatídica y cruel, personas sumamente fuertes. Como templos de piedra maciza, con un alto sentido de la justicia y de la integridad moral.
Personas que embisten contra la injusticia y la crueldad porque la saben, la conocen tan bien, que la intuyen. Personas que no mantienen los brazos cruzados o descansando a ambos lados de su cuerpo en actitud pasiva, cuando el eco de lo vivido retumba cercano por doquier. Personas que actúan, porque reconocen al verdugo implacable de la sin razón, de la perversión, del sadismo, del odio, del poder subyugante del dinero, de la debilidad del ignorante.